8/6/10

La toxina botulínica en oftalmología *


La toxina botulínica en oftalmología

Su uso más popular es en la cirugía estética pero también es útil en neurología, oftalmología y otras dolencias o problemas médicos

Aunque es responsable del botulismo, una enfermedad que puede ser mortal, en pequeñas dosis ha demostrado efectos beneficiosos para la salud

El término «toxina» asusta fácilmente. Suena a veneno, a algo peligroso para la salud. Y en cierto modo es así. La toxina botulínica es la responsable del botulismo, una enfermedad que puede ser mortal. Pero en pequeñas dosis, esta toxina ha demostrado efectos beneficiosos en muchos problemas de salud. Así que, teniendo en cuenta que actualmente apenas hay botulismo, hablamos de un medicamento en vez de un veneno.

El uso más conocido de la toxina botulínica es la estética. Se inyecta en la piel para alisar las arrugas. Es debido a que produce una parálisis transitoria del músculo donde se aplica. La arrugas de la cara se deben, además de por el envejecimiento de la piel, por la actividad de los músculos de la expresión. Con la toxina se consiguen disminuir las arrugas, con el riesgo de disminuir la expresión del rostro (ya que los músculos que mueven la piel dejan de funcionar). Pero esto sólo funciona un tiempo, en pocos meses el efecto de la toxina desaparece y la arruga vuelve.

Sin embargo, hay usos de mayor importancia médica. Uno de los campos en los que la toxina más se utiliza es en la neurología. Hay muchas enfermedades en las que se producen contracciones, espasmos o contracturas de diferentes músculos. Al inyectar la toxina vencemos el problema, y podemos restaurar cojeras, tortícolis, etc. a una situación relativamente normal. Durante un tiempo.

También lo podemos utilizar para tratar ciertos dolores. Algunas contracturas musculares producen dolores crónicos, y se alivian con mucho éxito mediante toxina botulínica. Nuevamente, durante un tiempo.

Curiosamente, una de las aplicaciones menos conocidas de la toxina botulínica es en la oftalmología. Y digo curiosamente porque fue en este campo donde primero se aplicó la toxina, y en cierto sentido es en donde mejores resultados obtenemos. El uso principal que le damos los oftalmólogos es en el estrabismo. El estrabismo es la pérdida de la alineación ocular, los ojos no se encuentran dirigidos al mismo sitio, sino que uno de ellos está desviado. Supone por tanto un desequilibrio en los músculos que mueven los ojos. Paralizando selectivamente uno o dos músculos, podemos aspirar a restablecer el equilibrio. De esta manera, se plantea como una alternativa a la cirugía. Cuando operamos de estrabismo, alteramos la posición de los músculos, cortándolos y cosiéndolos en otra posición del ojo, con el objetivo de fortalecer o debilitar su acción. Si en vez de operar inyectamos toxina, debilitamos el músculo que nos interesa, con la ventaja de que no estamos operando realmente: no producimos cicatrices, ni cortamos y cosemos (que no deja de ser un daño al músculo).

En el estrabismo de adultos, la toxina es una alternativa válida a la cirugía sólo en problemas puntuales; es decir, en personas que habitualmente no tienen un estrabismo y transitoriamente se desencadena un desequilibrio de los músculos del ojo.

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